Tomemos un viejo aparato de radio que disponga de onda corta y dial
manual. Pongámoslo en modo de banda sw y juguemos con la ruedecita del
dial. Hay multitud de objetos que incorporan mecanismos de producción de
sonido mediante síntesis: desde muchos teléfonos móviles, hasta
tarjetas sonoras de felicitación, pasando por la legión de juguetes que
mediante luces y sonidos hacen tanto disfrutar a los pequeños como
sufrir a los adultos. Desde luego que en los contextos que se suelen
utilizar dichos artefactos su musicalidad parece reducida, pero quizá en
las situaciones adecuadas puedan ofrecernos algunas posibilidades.
Montemos, por qué no, una batería de artilugios sonoros electrónicos.
Sin duda alguna, el rey del vertedero, en lo que se refiere a
electrófonos de síntesis, es el teclado electrónico que en un momento o
en otro se ha regalado a algún niño de la familia. Nos encontramos con
artefactos de todo tipo; desde los cacharros que, junto a registros que
imitan con bastante poca fortuna a instrumentos convencionales,
presentan otros emulando a los animales de la granja , hasta los que
ofrecen prestaciones que aparentan aproximarse a los teclados
profesionales. Todos ellos pueden resultarnos útiles en muchos momentos.
Al fin y cabo, si somos capaces de hacer música con un globo y unas
lentejas, bien nos vendrán cacharros que pretender ser instrumentos
musicales, con mayor o menor éxito.
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